A menudo, la informalidad es definida como la falta de pago de los impuestos pertinentes. Bajo esta premisa, es considerada como un gran desafío por los sistemas de recaudación de impuestos en los países en desarrollo: es a tal punto que “reducir la informalidad” es a menudo una de las metas principales de las reformas fiscales en inglés). Las personas involucradas en la economía informal: es decir, autoempleadas en empresas no constituidas en sociedad y aquellas asalariadas en empleos sin protección, son el blanco habitual de tales reformas.

Pero hay varias contradicciones inherentes a este enfoque convencional. En primer lugar, la mayoría de las trabajadoras y los trabajadores en empleo informal ganan tan poco que no alcanzan el umbral mínimo para estar sujetos a imposición. Segundo, muchas personas autoempleadas en la economía informal ya pagan diferentes tipos de impuestos: tarifas de actividad, pago de licencias, alquiler de espacios. Además, muchos de operadores en la economía informal pagan impuestos sobre el valor agregado (IVA) en los productos o insumos que compran para realizar sus actividades diarias pero no pueden cargar el IVA en sus ventas o reclamar su reembolso, como los negocios formales. Tercero, muchos son asalariados o subcontratados y no son los responsables de pagar la nómina o los impuestos de sociedades. En breve, las reformas fiscales dirigidas hacia la fuerza de trabajo en la economía informal generarán escasos ingresos y perjudicarán a unos salarios ya de por sí bajos.

Pero, como han revelado los papeles de Panamá, existe una contradicción aún más profunda e indignante en las reformas fiscales convencionales orientadas hacia la reducción de la informalidad. Concretamente, que la informalidad entendida como forma de evasión de impuestos ocurre a una escala infinitamente mayor en la punta de la pirámide económica por parte de firmas multinacionales, personajes de la política y famosos, que por las trabajadoras y trabajadores pobres quienes están en su base. En otras palabras, el objetivo de reducir la informalidad, así definida, debería estar dirigido hacia la punta de la pirámide económica y no hacia su base.

El 3 de abril de 2016, un gran número de informes, conocidos como los papeles de Panamá, fueron publicados relacionando a 140 figuras públicas, ejecutivos y celebridades de todo el mundo con bienes en paraísos fiscales, incluyendo Panamá. Por lo general, tener una compañía o una cuenta en el extranjero no es ilegal; lo es si las principales motivaciones son el eludir o evadir impuestos, ocultar activos o el cobro de ingresos conseguidos de forma ilícita. En el caso de las personalidades políticas que disponen de cuentas en el extranjero, a menudo, la pregunta clave es de dónde salieron estos fondos en primer lugar.

Existe una creciente crítica hacia lo que se ha llamado “informalidad desde arriba” (en inglés). Esta ha estado dirigida principalmente hacia la complicidad entre las élites gubernamentales y económicas para evitar o beneficiarse de excepciones en las regulaciones, como las que rigen el uso de los espacios y recursos públicos. Esta crítica debe extenderse para que se centre en la elusión o evasión de impuestos por parte de las élites económicas y gubernamentales. Si se mide en términos de ingresos de recaudación perdidos y de bienes resultantes de actividades ilícitas, la informalidad desde arriba es infinitamente mayor y más indignante que la informalidad desde abajo.

Dirigir las reformas fiscales hacia la punta en lugar de hacia la base de la pirámide aportaría múltiples beneficios. Para empezar los ingresos por dividendos sería infinitamente más alta. Segundo, serviría para reducir la desigualdad de ingresos. Y tercero, ayudaría a reducir el extendido sentimiento entre las personas pobres y desfavorecidas de que el sistema económico está manipulado en su contra en beneficio de las élites políticas y económicas. Las trabajadoras y trabajadores pobres saben que pagan varios tipos de impuestos, pero reciben a cambio pocas prestaciones. Les gustaría que el estigma de la evasión de impuestos y regulaciones fuera desplazado hacia las élites económicas y políticas.

 

Para hacer constar nuestra preocupación por el potencial ocultamiento de la desigualdad de sexos que se presenta a nivel discursivo, y de realizar textos cuyos contenidos sean accesibles para todas nuestras audiencias, en nuestras publicaciones haremos un desdoblamiento de los sustantivos al principio para denotar que nos referimos tanto a hombres como mujeres, y a partir de entonces, de no existir alternativas, seguiremos las reglas gramaticales del español y recurriremos al uso de genéricos masculinos en el plural.

Foto por Juan Arredondo/Getty Images Reportage

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