El carrito de barbacoa de Lin solía ser un negocio popular en el centro de Flushing, un barrio próspero en Queens, Nueva York, con una población predominante del este de Asia. La gente solía hacer largas filas de entre cinco y diez minutos solo para degustar las brochetas de cordero o de pollo, recién salidas de la parrilla de carbón.
Al día de hoy, Lin trabaja con su carrito en una calle tranquila, a la sombra de un aparcamiento de coches. En lugar de aquellas largas filas de clientes, ahora pasan diez minutos entre cada cliente que recibe.
La vida de Lin cambió por completo en 2018, cuando las élites empresariales y políticas de Flushing decidieron que Lin y otras vendedoras y vendedores como ella ya no eran bienvenidos.
Su justificación oficial era que los vendedores causaban congestionamiento de personas pero, de manera extraoficial, los consideraban contaminación visual. En sus comentarios se hacían eco de la retórica de los gobiernos y élites del mundo que están en contra de la venta ambulante.
Sin embargo, nuestra investigación, disponible próximamente, muestra algo diferente: la mayor parte de la gente que vive y trabaja en Flushing quiere que Lin y otros vendedores y vendedoras como ella se queden. Nuestros hallazgos son un recordatorio de que el acceso al espacio público está regido por los intereses de los poderosos ‒algo que no difiere mucho entre los hemisferios norte y sur, ya sea en ciudades como Nueva York, Bangkok, Lima o Lagos.
Flushing en transformación
El barrio de Flushing, en Queens, posee una de las concentraciones más grandes de inmigrantes asiáticos de Nueva York. La zona está habitada por una gran mezcla de personas que provienen de Taiwán, Hong Kong y China continental.
La zona comercial del centro es el lugar donde más vendedoras y vendedores ejercen su oficio. La mayoría son inmigrantes de China que acercan a los residentes los sabores de su país: brochetas de carne a la parrilla, pasteles dulces de huevo y castañas asadas.
Desarrollistas e inversores quieren transformarlo en un barrio residencial y un destino turístico para gente adinerada y de gustos caros.
Pero Flushing está cambiando. Desarrollistas e inversores quieren transformarlo en un barrio residencial y un destino turístico para gente adinerada y de gustos caros, en lugar del barrio de trabajadores que fue históricamente.
Como parte de este plan, en octubre de 2018, se aprobó una nueva ley que prohíbe cualquier tipo de venta ambulante en la zona del centro. Quienes se oponían a los vendedores esbozaron dos grandes de argumentos contra la venta ambulante.
El primero se basaba en criterios objetivos, como la acumulación de gente. Tal como argumentó un líder empresarial durante una consulta pública “…especialmente a la hora del almuerzo, nuestra acera está muy congestionada y a menudo veo pasar gente caminando por en medio de la calle, lo cual es muy peligroso… y esto se debe a que hay muchos carritos en la calle.”
Era de esperar que los líderes usaran el amontonamiento de personas como excusa para prohibir la venta ambulante. En su retórica resuenan los argumentos esgrimidos por las autoridades de lugares como Bangkok, en Tailandia, donde atacaron las vendedoras y vendedores de manera similar, bajo el lema “devolver las aceras a los peatones”.
En su retórica resuenan los argumentos esgrimidos por las autoridades de lugares como Bangkok, en Tailandia, donde atacaron las vendedoras y vendedores de manera similar, bajo el lema “devolver las aceras a los peatones”.
Pero tanto durante las audiencias como en la prensa neoyorquina, se dejaron entrever los verdaderos motivos para restringir a los vendedores ambulantes: no encajan con la imagen de lujo de Flushing que a las empresas les interesa construir.
Alegando hablar en nombre de todo el vecindario, las élites políticas y empresariales se quejaban de que los vendedores vendían mercancías de poco valor y comida de mala calidad que “nadie” quiere y que actuaban “en detrimento de la comunidad”. Según las declaraciones de un miembro de la comunidad, a los residentes de clase alta no les gustaban los vendedores porque “les hacían pensar en la pobreza” y no querían verlos en las aceras.
La verdadera opinión de los residentes de Flushing sobre las vendedoras y vendedores
Estas declaraciones negativas recibieron toda la atención de los medios, pero ¿eran ciertas? Para averiguar sobre esto, desarrollamos una metodología de investigación. Nuestro trabajo se basa en un estudio realizado por investigadores de Bangkok para analizar las causas del congestionamiento en su ciudad.
Con la ayuda de voluntarios, logramos realizar 250 encuestas durante tres días en Flushing. Iban dirigidas a tres grupos: clientes de vendedores ambulantes, personas que pasa su tiempo en el espacio público y gente de paso. Las personas encuestadas formaban una muestra representativa del vecindario: alrededor del 70 % eran de Flushing, 71 % eran inmigrantes y casi la mitad habían nacido en China.
Entonces, ¿las opiniones de la gente en Flushing coincidían con las declaraciones pronunciadas en su nombre por magnates del mercado inmobiliario y sus socios del gobierno? La respuesta más sencilla es no.
Los defensores de la prohibición señalaban a las vendedoras y vendedores como los responsables del congestionamiento. A pesar de que el 84 % de la gente acordaba con que Flushing está superpoblado, no identificaban a los vendedores como la causa principal. De las 10 razones que, según las encuestas, explican el congestionamiento en Flushing, los vendedores ambulantes ocupaban el séptimo lugar, justo después de las “personas que reparten volantes”. Todo esto va en consonancia con los resultados del estudio de Bangkok.
La mayor parte de las personas de paso y de los usuarios del espacio público (56 %) querían que las vendedoras y vendedores se quedaran; esta cifra asciende al 70 % si incluimos también a los consumidores de comida callejera.
Para justificar la prohibición, los que se oponían a la venta argumentaban que a la comunidad no le gustaban los vendedores y que quería que se fueran. Según nuestra investigación, este no es el caso. La mayor parte de las personas de paso y de los usuarios del espacio público (56 %) querían que las vendedoras y vendedores se quedaran; esta cifra asciende al 70 % si incluimos también a los consumidores de comida callejera.
Al preguntarle a las personas encuestadas por sus motivos, respondieron cosas como, “la gente depende de estos vendedores”, “los vendedores trabajan duro; deberíamos apoyarlos”, y “los vendedores ambulantes son una de las mejores cosas en Flushing”. Estas palabras difícilmente sean las de una comunidad que no cree que las vendedoras y vendedores forman parte del lugar.
Por lo general, la gente con menores ingresos tenía opiniones más favorables de los vendedores, mientras que era más probable que personas con mayores ingresos los percibieran como un problema y estuvieran a favor de la prohibición. En sus comentarios, también había una mayor probabilidad que los encuestados con más dinero describieran a los vendedores como “personas sucias”, que vendían comida “sucia” o “poco saludable”, o como generadores de “riesgos para la seguridad”.
Por otro lado, la mayor parte de las personas que acordaban con la prohibición no identificaban a las vendedoras y vendedores mismos como un problema. En cambio, señalaban un malestar generalizado respecto de Flushing: “Hay demasiada gente. El barrio está sucio. El aire es de mala calidad”.
Por lo general, la gente con menores ingresos tenía opiniones más favorables de las personas vendedoras.
Por último, podemos decir que los datos muestran que la opinión respecto de los vendedores está condicionada por la clase social y que los prejuicios de clase conducen a la exclusión de los vendedores y a una falta de planificación o de criterios políticos objetivos. También muestran que los dirigentes empresariales que pretenden hablar en nombre del público no representan al interés público, sino que, con la prohibición de la venta, defienden sus propios intereses económicos.
El carrito de barbacoa de Lin y la lucha mundial por espacios públicos inclusivos
Cuando hablamos con Lin, la vendedora de carne a la barbacoa, tras decretarse la prohibición, ella estaba preocupada por su futuro. Sus ingresos se habían reducido a la mitad después de trasladarse a su nueva ubicación apartada. Parecía acorralada y sin saber cómo seguir adelante. No ganaba el dinero suficiente para cubrir sus gastos y no sabía qué hacer.
Desde Bangkok hasta Flushing, las experiencias demuestran la necesidad de desafiar el sentido común “oficial” sobre la venta, que muchas veces es manipulado por las élites.
Antes de iniciar su negocio de ventas, trabajaba como asistenta de atención médica a domicilio. Pero comentaba que ahora tiene demasiada edad para ayudar a los clientes a acostarse en la cama y salir de la bañera. No puede volver a enfrentarse a salarios bajos, largas jornadas laborales y condiciones emocionalmente agotadoras. La venta ambulante había significado para ella una forma de escapar de la explotación laboral, un camino hacia la independencia económica. Ahora, debido a una ley aprobada en beneficio de promotores de apartamentos y de nuevos centros comerciales de lujo, se le quitó lo que fuera su negocio exitoso, su fuente de esperanza.
Desde Bangkok hasta Flushing, las experiencias demuestran la necesidad de desafiar el sentido común “oficial” sobre la venta, que muchas veces es manipulado por las élites en las declaraciones públicas y en las redes sociales. Tenemos la certeza de que en la mayoría de lugares, los discursos en contra de las vendedoras y vendedores no coinciden con la realidad de la opinión pública. Recopilar las percepciones de la gente común que usa el espacio público con regularidad hace que argumentos para prohibir la venta ambulante pierdan todo sustento. Y es una herramienta más para luchar por espacios públicos más justos e inclusivos para las trabajadoras y los trabajadores en empleo informal.
Inscríbase aquí para recibir el próximo informe sobre vendedores ambulantes en Flushing, publicado por WIEGO, por Ryan Thomas Devlin, catedrático invitado de Planificación Urbana, Universidad de Columbia GSAPP, y Sarah Orleans Reed.
Descargue nuestro manual para apoyar a los trabajadores en empleo informal en espacios públicos.
Primera foto: "In his own world" por aftab, se encuentra bajo licencia CC BY-NC 2.0.
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