Photo: A home-based worker in Thailand (photo courtesy of HomeNet Thailand)
Foto: Una trabajadora en domicilio en Tailandia (foto provista por HomeNet Tailandia)

Las trabajadoras y trabajadores que producen bienes y servicios para los mercados locales o para compradores nacionales e internacionales han trabajado desde siempre en aislamiento y su trabajo ha sido permanentemente invisibilizado. Sin embargo, la crisis de la COVID-19 generó nuevos desafíos que colocaron a millones de personas en situaciones apremiantes.

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Las personas trabajadoras subcontratadas en domicilio fueron excluidas de las cadenas globales de suministro

Las personas trabajadoras en domicilio que están subcontratadas por cadenas de suministro nacionales e internacionales (generalmente denominadas trabajadoras en domicilio) informan que no recibieron órdenes de compra o que las órdenes habituales no se han renovado durante semanas, incluso meses.

Tanto en el Sur como en el Sudeste Asiático, por ejemplo, en donde millones de mujeres trabajan a destajo para marcas nacionales e internacionales, el trabajo comenzó a disminuir en enero a medida que aumentaban los miedos por el contagio del virus. Dado que muchas de las materias primas de las que estas trabajadoras y trabajadores dependen provienen de China, no pudieron obtener los insumos durante la primera etapa de la crisis mundial o tuvieron que pagar más por ellos. Esto afectó tanto a las personas que producen ropa como a aquellas que ensamblan productos electrónicos, juegos y otras mercancías.

Muchas personas recurrieron al trabajo del hogar para ganar algo de dinero, pero el hecho de que los gobiernos decretaran el aislamiento obligatorio en la región implicó que no puedan tener acceso a ningún tipo de ingreso. Ahora, tanto HomeNet del Sur de Asia (HNSA) como HomeNet del Sudeste Asiático (HNSEA) informan que las órdenes de compra se han frenado.

En Vietnam, por ejemplo, las personas que trabajan en el sector textil dicen que se cancelaron órdenes de compra que provenían de Europa. Un artículo en The Guardian informa sobre las cancelaciones catastróficas para las trabajadoras y trabajadores del sector textil en Bangladesh: “Más del 25 % de los 4 millones de personas trabajadoras del sector textil del país ya perdieron sus puestos de trabajo o fueron suspendidas sin remuneración debido a las cancelaciones de compra o a la negativa de las marcas de pagar por los envíos cancelados”. Las personas trabajadoras que se dedican a la exportación de indumentaria en Bangladesh y en otros lugares incluyen no sólo a las personas asalariadas en las fábricas, sino también aquellas subcontratadas que trabajan en sus propias casas. Sin embargo, los artículos y las estadísticas que se realizan en torno a las trabajadores y trabajadores del sector textil generalmente no toman en cuenta a las personas subcontratadas en domicilio que trabajan para dicho sector.

Tanto en India como en otros lugares, la instauración del aislamiento de forma abrupta no dio margen de tiempo a las personas para conseguir material para trabajar y, si bien el gobierno prometió otorgar asistencia de emergencia para las trabajadoras y trabajadores en empleo informal, aquellas personas que trabajan en domicilio no están incluidas en las medidas de ayuda de emergencia tomadas en la mayoría de los países asiáticos (a excepción de Camboya, Laos y Nepal, que están ofreciendo reducciones en las tarifas de electricidad a los hogares más pobres).

Tailandia es la excepción. Aquí, los miembros y asociados de la red WIEGO involucraron al gobierno y, con el apoyo de sus aliados y de los medios de comunicación, exigieron medidas de emergencia. El gobierno anunció un paquete que incluye subsidios en efectivo de 5000 Bhat (aproximadamente el 50 % del salario mínimo) que podría servir de apoyo para las casi 3,7 millones de personas trabajadoras en domicilio en Tailandia. Sin embargo, es posible que no todas puedan acceder al beneficio. HomeNet Tailandia y la Federación de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Informal están ayudando a solicitar el subsidio. También forman parte del paquete préstamos a tasas de interés bajas.

Trabajadoras y trabajadores de la industria textil

En una declaración conjunta, WIEGO, Asia Floor Wage Alliance (AFWA), HNSA y HNSEA exigen que las marcas de la industria de la moda realicen una contribución de auxilio a las cadenas de suministro (SRC, por su sigla en inglés) a todas las personas trabajadoras de la industria textil en las cadenas de suministro durante la crisis de COVID-19.

La crisis de COVID-19 ha revelado la magnitud de la informalidad y de la subcontratación, incluyendo a contratistas dependientes en domicilio, que sostienen a las cadenas mundiales de suministro del sector textil. Las trabajadoras y trabajadores en domicilio no han recibido remuneración alguna por los trabajos que realizaron antes de la implementación de las medidas de confinamiento. Hoy se encuentran en una situación extremadamente adversa, dado que son el eslabón más vulnerable de la cadena.

Se estima que 60 millones de personas trabajadoras en todo el mundo, desde sus hogares y en fábricas, elaboran prendas para empresas indumentarias locales e internacionales. Ellas sufren los efectos de la imposición del confinamiento, los cierres de fronteras y las interrupciones en las cadenas de suministro.

En Vietnam, por ejemplo, las trabajadoras y trabajadores de la industria textil afirman que perdieron pedidos de trabajo provenientes de Europa. Un artículo de The Guardian informa sobre cancelaciones catastróficas para las personas trabajadoras de la industria textil en Bangladesh: “Más de un cuarto de los 4 millones de trabajadoras y trabajadores textiles del país ya perdieron su trabajo o han sido suspendidos sin remuneración por las cancelaciones de pedidos o por la negativa, por parte de las marcas, de pagar por los pedidos suspendidos”.

Las personas trabajadoras de la industria textil para la exportación en Bangladesh, como en otros lugares, incluyen no solo a las trabajadoras asalariadas, son también a las subcontratadas que trabajan desde sus hogares. Pero los artículos y las estimaciones respecto de las trabajadoras de la industria textil no suelen tomar en consideración a quienes trabajan de forma subcontratada desde sus hogares.

Invitada a escribir un blog para Ethical Trading Initiative, Janhavi Dave de HomeNet South Asia examina lo que deberían hacer las marcas locales y mundiales para proteger a las personas trabajadoras en domicilio, la columna vertebral de la industria textil.

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Las personas trabajadoras independientes en domicilio no pueden acceder a los mercados

Las trabajadoras y trabajadores en domicilio que trabajan de manera independiente también dejan de percibir ingresos a medida que el mundo impone el aislamiento social obligatorio. No pueden encontrarse con sus clientes o, incluso, en países como Filipinas, en donde el aislamiento es absoluto, no pueden salir para comprar bienes esenciales, tales como alimentos.

Además, muchas personas no pudieron generar reservas de materia prima antes de que las medidas de aislamiento se implementaran, ya sea por falta de tiempo, de espacio o por no disponer del efectivo para hacerlo. Esto les impide utilizar este tiempo de distanciamiento para acumular productos y venderlos una vez que se ponga fin a estas medidas.

En muchos países de África, algunas personas trabajadoras independientes en domicilio pertenecen a grupos autogestivos o cooperativas que dependen de órdenes de compra estables por parte de marcas o de empresas sociales. En este momento, las cooperativas en África informan que no tendrán órdenes de trabajo al menos durante el período de aislamiento social, que se podría prorrogar por semanas o incluso meses. Las cooperativas de trabajadoras y trabajadores en domicilio registradas están intentando solicitar asistencia de emergencia en el portal del Departamento de Desarrollo de las Pequeñas Empresas. Sin embargo, hasta los primeros días de abril no se ha informado sobre la concreción del registro o del otorgamiento de la asistencia.

Poner las habilidades en práctica para hacer equipamiento de emergencia esencial

Uruguayan home-based worker sewing a mask
Las trabajadoras a domicilio en Uruguay están cosiendo máscaras para la policía y otros trabajadores esenciales. Foto cortesía de Sindicato Unico de la Aguja
diagram of masks being sewn in Uruguay
Diagrama de máscaras cosidas en Uruguay

Las trabajadoras y trabajadores en domicilio de Uruguay están cosiendo barbijos para la policía y otras personas que trabajan en rubros esenciales. Fotos provistas por el Sindicato Único de la Aguja. Diseños de barbijos cosidos en Uruguay.

Algunas personas trabajadoras en domicilio lograron aprovechar la crisis de la COVID-19 y, al mismo tiempo, utilizaron sus valiosas habilidades de costura para ayudar a otras personas a sobrevivir.

En Uruguay, por ejemplo, el Sindicato Único de la Aguja, un sindicato que nuclea a trabajadoras y trabajadores en domicilio, recibió un pedido de 30 000 barbijos por parte del sindicato de policías a mediados de marzo. A partir de ese momento ampliaron su llegada, comenzaron a hacer barbijos para otros sectores y el gobierno continúa enviándoles pedidos.

En India, SEWA Mahila Housing Trust involucró a las personas trabajadoras en domicilio en la fabricación de barbijos quirúrgicos y batas hospitalarias para ayudar al sector médico en sus labores de asistencia.

En Camboya, las personas trabajadoras en domicilio están produciendo barbijos y utilizando las redes sociales, como Facebook, para vender sus productos.

Otras organizaciones también consiguieron contratos para coser equipamiento de protección personal. El Grupo de Trabajo de HomeNet International (HNI) ahora agregó una reivindicación en su pliego a los gobiernos, solicitando que las personas trabajadoras puedan ser contratadas por los gobiernos nacionales para que, con sus habilidades, puedan ayudar a otras personas y, a su vez, obtener el ingreso que necesitan en esta crisis.

Espacios pequeños y presiones adicionales

Las personas trabajadoras en domicilio enfrentan desafíos adicionales en estos tiempos, a pesar de que están acostumbradas a trabajar desde sus hogares. Cuando el hogar es también el lugar de trabajo, es muy pequeño y está lleno de gente, las nuevas políticas de aislamiento dictadas como consecuencia de la COVID-19 hacen que incluso quienes sí están trabajando deban adaptarse a lugares de trabajo que tienen diversos usos y usuarios.

Muchas trabajadoras y trabajadores en domicilio tienen viviendas de uno o dos ambientes en donde conviven muchos miembros de la familia. Suelen estar en asentamientos precarios o informales donde la infraestructura básica (agua corriente e higiene, cloacas y electricidad) es insuficiente o nula. Esto, en el mejor de los casos, representa un desafío; y, en peor de los casos, significa que deben intentar producir en situaciones de confinamiento inevitable donde hay mucha gente o falta de higiene.

La mayoría de las personas trabajadoras en domicilio son mujeres que tienen exigencias adicionales por las tareas del hogar, la cocina y el cuidado de las niñas y niños cuando todos los miembros de la familia permanecen en el hogar. Como las escuelas y los centros de cuidado infantil están cerrados en gran parte del mundo, ese se vuelve un trabajo de tiempo completo.

Los riesgos a la salud también proliferan en esos espacios de confinamiento. Si el trabajo produce partículas de aire dañinas o humo, las trabajadoras en domicilio y sus familias no pueden escapar hacia lugares al aire libre.