By Carlin Carr
Manop Kaewpaka, de 35 años, nunca pensó en ser un trabajador en la industria de la confección. A los 18, partió hacia Bangkok desde una aldea remota en el nordeste de Tailandia para continuar sus estudios. Cuando llegó, se sorprendió del costo de la vida en la ciudad y tuvo que abandonar la idea de seguir estudiando. Sus necesidades económicas tomaron precedencia, y tuvo que seguir los pasos de otras personas migrantes del campo a la ciudad de aquella época: trabajar en una de las fábricas textiles y de confección que operaban en el país. Las deplorables condiciones –largas jornadas de trabajo, bajos salarios y un ambiente autoritario en el trabajo– son ahora parte del pasado para Kaewpaka. Actualmente, él y otras 14 trabajadoras de esa fábrica han creado su propia cooperativa de trabajadores de la confección, Dignity Returns, y funcionan con un modelo horizontal basado en sus propios principios de trabajo digno, con éxito.
Se unieron hace 15 años, después de que la fábrica de ropa en la que trabajaban cerrara inesperadamente. A pesar de las condiciones, Kaewpaka comenta que de ninguna manera se alegró de verla cerrar. Una vez más, la necesidad económica condicionó sus decisiones de vida.
Kaewpaka y otros 700 trabajadores de la fábrica, reclamaron el salario semanal que la compañía les debía, y también una compensación por su despido. Durante tres meses, protestaron frente al Ministerio del Trabajo, poniendo máquinas de coser en los escalones y recibiendo una gran atención mediática. Los tres meses de lucha llevaron a un pequeño grupo de trabajadores que permanecieron más unidos a fundar Dignity Returns.
“Las protestas cesaron, pero al final, conseguimos crear una profunda amistad y solidaridad entre nosotros”, comenta Kaewpaka.
Gracias a esa solidaridad, las costureras y los costureros, que habían pasado a formar parte de la vasta economía informal del país, decidieron que entre ellos poseían el conocimiento y las habilidades necesarias para crear su propio negocio. Organizarse fue un primer paso fundamental, el cual fue apoyado por HomeNet Tailandia.
Poonsap Tulaphan, líder de HomeNet Tailandia –una red que apoya a las trabajadoras a domicilio en empleo informal– comenta que este grupo de trabajadores tienen especial dificultad para organizarse ya que están dispersos y aislados en sus hogares.
“Es diferente con los vendedores ambulantes”, comenta Tulaphan. “Ellos están en contacto con gente todo el tiempo, por lo que resulta más sencillo comunicarse con ellos. Con las trabajadoras a domicilio necesitamos más tiempo”. También dice que muchas se unen cuando cierra una fábrica y se ven forzados a arreglárselas por sí mismos.
En el caso de Dignity Returns, el compacto grupo creó una serie de principios para guiar el desarrollo de su espacio de trabajo. "No queremos estar anclados al capitalismo", comenta Kaewpaka. "Cuando se lo dijimos a los funcionarios, dijeron que sería imposible, pero lo estamos consiguiendo".
Phakhapon Khakrachal es miembro del Solidarity Group; muchos de sus miembros viven y trabajan juntos en su fábrica administrada por las trabajadoras. Foto: Paula Bronstein/Getty Images Reportage
El grupo alquiló un edificio de cuatro plantas en una zona de pequeñas fábricas a las afueras de Bangkok. Las plantas están divididas de acuerdo con las tareas realizadas: el primer piso es el de planchado; el segundo de corte; el tercero para coser; y en el cuarto es donde viven. La mayoría de las trabajadoras en la fábrica, autodenominada Solidarity Group, viven en sus espacios de trabajo.
Dignity Returns es un subcontratista para proveedores que buscan calidad, y al menos en este caso, un trato ético hacia las trabajadoras. El costo de su ropa, principalmente camisas y camisetas, es cuatro o cinco veces superior al de otras fábricas de la zona, pero con ello consiguen que todas las personas que laboran en Dignity Returns reciban al menos el salario mínimo, trabajen únicamente ocho horas al día y tengan condiciones de trabajo dignas.
"Hicimos esto porque queríamos lo mejor para nosotros- lo mejor que pudiéramos realizar por nuestros propios medios", comenta Kaewpaka. "Decidimos trabajar para nosotros y buscar lo que nos merecemos".
La ropa producida por las y los 15 miembros de la cooperativa es más cara que en las fábricas en los alrededores, pero todas las trabajadoras reciben al menos el salario mínimo y tienen un ambiente de trabajo basado en la dignidad y en el respeto. Foto: Paula Bronstein/Getty Images Reportage
Como miembros de la cooperativa de trabajadores de la confección y cuero de HomeNet, el Solidarity Group ha recibido formación en diferentes áreas necesarias para manejar su negocio con éxito. Kaewpaka lleva la mercadotecnia, ha creado un sitio web y está poniendo en práctica su formación en HomeNet como asistente legal, en especial con otros trabajadores en empleo informal en la zona donde está ubicada la fábrica.
De hecho, ese es un principio clave del Solidarity Group: devolver el favor a la sociedad. Los sábados enseñan tailandés a muchos de los trabajadores birmanos en empleo informal que trabajan en las pequeñas fábricas en zonas aledañas. Quieren mostrar a otros que es posible trabajar en condiciones diferentes sin tener que pasar por lo que tuvo que pasar el grupo.
"Hemos alcanzado una vida digna. Esto no ha de terminar en nuestro grupo. Hemos de compartir con otros lo que hemos aprendido".
Más sobre las trabajadoras a domicilio y el Solidarity Group en nuestro Estudio de Monitoreo de la Economía Informal, Resumen ejecutivo del reporte del sector de las trabajadoras y trabajadores a domicilio.
Primera foto: Manop Kaewpaka junto a otras miembros del Grupo Solidarity, antiguas trabajadoras de la fábrica, quienes crearon su propia cooperativa basándose en los principios de trabajo digno. Foto: Paula Bronstein/Getty Images Reportage
Para hacer constar nuestra preocupación por el potencial ocultamiento de la desigualdad de sexos que se presenta a nivel discursivo, y de realizar textos cuyos contenidos sean accesibles para todas nuestras audiencias, en nuestras publicaciones haremos un desdoblamiento de los sustantivos al principio para denotar que nos referimos tanto a hombres como mujeres. A partir de entonces, de no existir alternativas, recurriremos al uso de genéricos femeninos en el plural en reconocimiento a la gran proporción de mujeres que se desempeñan en el trabajo a domicilio.