Los trabajadores en empleo informal tuvieron importantes logros en 2015, pero éstos deben ser consolidados en Hábitat III.

Las trabajadoras y los trabajadores urbanos en empleo informal representan la amplia base de la economía urbana en la mayor parte de los países en desarrollo. En promedio, representan más del 50% de la fuerza urbana en las ciudades, y en aquellos lugares en donde hay estimaciones disponibles, más del 25% del producto interno bruto de estos países. Y sin embargo las actividades de estos trabajadores ‒sus medios de sustento‒ continúan, prácticamente en su totalidad, sin ser reconocidos, valorados o tomados en cuenta en la planificación urbana o en el desarrollo económico local. 

Si la pobreza, la desigualdad y el desempleo en las ciudades han de ser reducidos, los trabajadores en empleo informal en las ciudades, especialmente los trabajadores pobres, necesitan ser reconocidos, valorados y apoyados como agentes económicos que hacen contribuciones a la economía y la sociedad. Ninguna inclusión social o financiera puede compensar su exclusión de los planes de la ciudad y de las políticas económicas urbanas.

Considere a tres grupos de trabajadores pobres urbanos que, junto con las trabajadoras del hogar, los trabajadores de la construcción y del transporte, constituyen la mayoría de la fuerza laboral en empleo informal en las ciudades. Primero, las trabajadoras y los trabajadores a domicilio producen una gran variedad de bienes y servicios, incluyendo prendas de vestir y textiles, artesanías y comidas preparadas, así como bienes electrónicos y autopartes. No obstante, la mayoría no tienen seguridad de tenencia o servicios de infraestructura básicos para convertir sus hogares en lugares de trabajo productivos. Más aún, muchos corren el riesgo de ser desalojados y reubicados.

Segundo, los comerciantes ambulantes proveen acceso fácil a una gran variedad de bienes y servicios, que incluyen cualquier cosa desde frutas frescas y verduras hasta materiales de construcción, prendas de vestir y artesanías; desde aparatos electrodomésticos, comida preparada hasta autopartes y reparaciones. Adquieren bienes tanto de proveedores formales como informales, y pagan por los servicios de estibadores terrestres, guardias de seguridad, operadores de transporte, entre otros. 

Muchos comerciantes ambulantes también pagan tasas para adquirir licencias, permisos para el uso del espacio público, creando con ello ingresos para los gobiernos locales. No obstante, carecen de lugares de venta fijos y seguros. En su mayoría, estos trabajadores enfrentan hostigamiento de parte de las autoridades locales de manera cotidiana ‒a diario inclusive‒ que incluye la exigencia del pago de sobornos, confiscaciones arbitrarias de su mercancía y abuso físico. También  enfrentan el riesgo de ser desalojados.

Tercero, los recicladores recogen, clasifican y reciclan los desechos. Al hacerlo, ayudan a limpiar las calles de la ciudad y reducir las emisiones de carbono. Sin embargo, por lo general sus servicios suelen no ser reconocidos; el acceso a los desechos, que es la base de sus medios de sustento, les es negado; y no se les permite participar en las licitaciones para los contratos de manejo de residuos.

Herramientas de fortalecimiento

A pesar de esta historia de negligencia y descuido existen importantes cambios para la fuerza laboral en empleo informal en las ciudades. El año pasado la comunidad internacional dio pasos significativos para avanzar la causa de la justicia social y económica para los trabajadores pobres en las ciudades.

En septiembre, la comunidad internacional renovó su compromiso para construir un “mundo más pacífico, próspero y justo” al comprometerse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Construyendo sobre la base de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y expandiéndolos, la agenda de desarrollo sostenible incluye dos objetivos independientes de importancia crítica para los trabajadores pobres. El objetivo 8 tiene que ver con el crecimiento económico sostenible, inclusivo  y el empleo decente y productivo, mientras que el objetivo 11 se centra en ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.

Y en junio, en un encuentro anual de la Organización Internacional del Trabajo, la comunidad internacional adoptó un nuevo estándar laboral mundial. Formalmente conocido como Recomendación 204 sobre la transición de la economía informal a la economía formal, la medida contiene varias disposiciones clave para los trabajadores pobres, tanto urbanos como rurales.

Primero, la Recomendación 204 reconoce que la mayoría de los trabajadores en empleo informal provienen de hogares pobres y que están tratando de ganar un sustento en medio de grandes adversidades y, por ello, necesitan protección y apoyo a cambio de regulación y tributación. Más aún, reconoce que la mayoría de las unidades económicas informales son operaciones individuales o familiares que no contratan a otros trabajadores.

La recomendación también reconoce que el uso regulado del espacio público es esencial para los medios de sustento de los trabajadores en empleo informal, especialmente en las ciudades. De la misma forma que el acceso regulado a los recursos naturales es fundamental para el sustento de estos trabajadores.

Y quizás más importante todavía, la Recomendación 204 menciona que los medios de sustento informales no deberían ser destruidos en el proceso de formalización. Por ejemplo, no se debería desalojar a vendedores ambulantes ni denegar a los recicladores el acceso a residuos a medida que las ciudades se modernizan.

Con los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Recomendación 204, los trabajadores urbanos pobres se han fortalecido más que nunca para luchar contra las injusticias y los abusos que sufren a diario. Ahora, estos logros estratégicos deben quedar reflejados en la Nueva Agenda Urbana, la estrategia de urbanización a 20 años que será adoptada en la cumbre de Hábitat III, en Quito, Ecuador, en 2016.

Como lo hicieron para los Objetivos de Desarrollo Sostenido y la recomendación de la OIT, las organizaciones locales, nacionales, regionales e internacionales de trabajadores a domicilio, vendedores ambulantes y recicladores se están preparando para Hábitat III con el apoyo de la red mundial Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO).

Líderes de estas organizaciones participaron en abril en el segundo encuentro del Comité Preparatorio de Hábitat III (PrepCom 2) en Nairobi, donde hablaron en sesiones plenarias y se reunieron con el director ejecutivo de ONU-Hábitat, Joan Clos, quien reconoce la importancia de la economía informal urbana. También participaron en eventos relacionados con la cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenido en Nueva York a finales de septiembre y principios de octubre.

Además, la red WIEGO y Slum/Shack Dwellers International (SDI) copresiden el grupo constituyente de organizaciones de base de la Asamblea General de Socios (GAP), de la Campaña Mundial Urbana de ONU-Hábitat. Conjuntamente, WIEGO y SDI están trabajando para aumentar la voz y visibilidad de los grupos organizados de pobres urbanos, tanto los que viven en asentamientos informales como los que ganan sus sustentos en la economía informal, quienes por lo general son las mismas personas.

Ciudades de clase mundial para todos

¿Qué es entonces lo que quieren ver incluido en la Nueva Agenda Urbana los trabajadores en empleo informal? Primero, siguiendo lo logrado con la recomendación de la OIT, quieren que se reconozca formalmente que la mayoría de los trabajadores en empleo informal en las ciudades provienen de hogares pobres y que están tratando de ganar un sustento en medio de grandes adversidades y, por ello, necesitan protección y apoyo a cambio de regulación y tributación.

También quieren ver la inclusión de los trabajadores pobres en la economía informal en las ciudades en la planificación urbana y el desarrollo económico local. La Nueva Agenda Urbana tendrá que reconocer que las organizaciones de trabajadores urbanos en empleo informal deben estar representadas tanto en la planificación urbana como en los procesos de elaboración de políticas públicas.  

Esto, a su vez, requerirá el reconocimiento de que la mayoría de los trabajadores pobres en la economía informal trabajan en hogares particulares (como trabajadoras del hogar en casas de otros o como productores a domicilio desde sus propios hogares) o en espacios públicos (como los trabajadores de la construcción, los vendedores ambulantes, los trabajadores del transporte o los recicladores) y no en fábricas, tiendas u oficinas.

Como tales, las trabajadoras y los trabajadores a domicilio que producen bienes para el mercado desde sus propios hogares requieren tenencia segura de vivienda y servicios de infraestructura básicos para hacer sus hogares y/o espacios de trabajo más productivos. De la misma forma, los comerciantes ambulantes que operan en espacios públicos necesitan un uso regulado del espacio público en zonas céntricas, cercanos al tránsito de peatones, para poder generar un sustento digno. Y los recicladores necesitan un acceso regulado a los residuos y el derecho a competir por contratos de gestión de residuos sólidos. Cada uno de estos grupos buscará que la Nueva Agenda Urbana incluya estas disposiciones.

Por último, y más importante, como se estipula en la Recomendación 204, funcionarios, diseñadores y planificadores urbanos, así como planificadores económicos locales necesitan garantizar que los medios de sustento informales no sean destruidos en los procesos de renovación urbana, planificación urbana o desarrollo económico local –todo por el deseo de llegar a ser “ciudades de clase mundial”–. En vez de esto, las organizaciones de trabajadores en empleo informal quieren procesos urbanos, políticas y prácticas inclusivas; quieren “ciudades de clase mundial para todos”.

 

Foto por Juan Arredondo/Getty Images Reportage.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Citiscope.

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