Con motivo del Día Internacional de la Mujer, WIEGO va a presentar una serie de artículos durante este mes de marzo para profundizar en las vidas de las mujeres que trabajan en la economía informal. Vamos a explorar los desafíos que afrontan, como mujeres, madres, esposas y miembros de comunidades que a menudo les imponen infinidad de restricciones para generar ingresos. Puede seguirnos en Twitter @wiegoglobal.
El Día Internacional de la Mujer es una oportunidad importante para celebrar los avances logrados por las personas que defienden los derechos de la mujer en todo el mundo y recordarnos los retos pendientes. El tema de la campaña de este año reclama la igualdad de género en todos los aspectos de la vida social ‒gobierno, medios, deportes, comunidad y economía–.
La organización de la campaña ve la igualdad de género como algo más que un problema de justicia social; defiende que también es bueno económicamente: la igualdad de género tiene el potencial de mejorar economías y comunidades. Si bien aplaudimos el reclamo de la campaña #balanceforbetter [equidad para un mundo mejor],en algunas comunidades, los desafíos van aún más lejos.
En nuestro trabajo en WIEGO, hemos observado que las trabajadoras pobres en el Sur global se enfrentan a una compleja serie de barreras a la igualdad que van más allá de la discriminación de género. Las mujeres en la economía informal se enfrentan a barreras estructurales, sociales y económicas, arraigadas. Sus vidas se encuentran condicionadas por múltiples relaciones de poder interrelacionadas, por la “interseccionalidad” de sus múltiples opresiones por motivos de clase, casta, religión, raza y etnicidad.
Además de la opresión de género, estas formas de discriminación incrementan su marginalización, complicando todavía más la lucha por la igualdad y el empoderamiento económico ‒aun así, desde Delhi a Dakar las mujeres están cambiando las reglas del juego–.
Conozca más sobre el empoderamiento económico de las mujeres (en inglés).
Frente a las arraigadas hostilidades
Para lograr avances significativos es fundamental reconocer las necesidades multidimensionales de las mujeres en la economía informal, especialmente dado su elevado número.
En los países en desarrollo, el 92 % de las mujeres empeadas trabajan en la economía informal. En Asia y África, la economía informal representa el 71.4 % y 85,8 % de los empleos, respectivamente, y las mujeres constituyen el 64,1 % (Asia) y 89,7 % (África) para las mujeres. Pero la economía informal no solo crece en los países en desarrollo. Según la OIT, dos mil millones de personas, el 61 % de la fuerza de trabajo mundial, trabajan en la economía informal.
A pesar de su omnipresencia, las trabajadoras en empleo informal todavía se enfrentan a muchos desafíos. Para empezar, a menudo el lenguaje político es hostil a su mera existencia, y son percibidas como parte de la economía “clandestina”, “ilegal”, “sumergida”, o economía “en negro”. En las ciudades, los estigmas que asolan las trabajadoras pueden ser especialmente inhumanos y difíciles de contrarrestar.
Por ejemplo, a las recicladoras se las ve como sucias y realizando un trabajo “no femenino”. Las vendedoras ambulantes son criminalizadas por reclamar espacio en la ciudad para vender sus mercancías. Cuando venden en las calles con sus bebés, se las juzga como malas madres, porque no pueden permitirse pagar por el cuidado infantil o trabajar menos para la crianza. En este contexto, tanto los hombres como las mujeres en la economía informal son estereotipados como parásitos y evasores de impuestos.
Es necesario reconocer la autonomía de la mujer
Sin embargo, las mujeres en la economía informal se enfrentan a diario a estas arraigadas hostilidades.
Ir más allá de la igualdad y paridad de género nos permite descubrir la autonomía (“agencia”) de las mujeres y las formas de resistencia y oposición que utilizan en sus vidas diarias. Muy a menudo las trabajadoras pobres son vistas como víctimas pasivas, que esperan políticas que les brinden igualdad de oportunidades.
De hecho, ante las múltiples barreras estructurales, las mujeres crean sus medios de sustento a partir de los residuos; se apropian de espacios en medios urbanos hostiles; y se movilizan para demandar una voz en la ciudad. Al realizar esto ellas redefinen la naturaleza misma de las economías, la socialización y las políticas urbanas.
Hemos presenciado el poder de las mujeres, especialmente cuando se unen creando una fuerza colectiva para resistir enérgica y creativamente a estas dinámicas de poder multidimensionales, que se interponen en sus caminos hacia la independencia económica y la igualdad de reconocimiento. La autonomía de las mujeres ‒que requiere la identificación de las opciones disponibles y cuándo y cómo actuar‒ les permite vislumbrar otras posibilidades, hacer frente a las restricciones de género y encarar las políticas de marginalización.
En esta serie de artículos del mes de marzo, vamos a publicar historias de mujeres y sus organizaciones que trabajan en primera línea para superar las complejas discriminaciones que afrontan las mujeres pobres en el Sur global ‒desde retrocesos sociales debido a su trabajo como recicladoras a estigmas relacionados con la salida de las mujeres de sus casas, incluso cuando lo deben hacer por motivos de trabajo–.
Sus voces nos recuerdan que la dignidad, el reconocimiento y la solidaridad son esenciales para su empoderamiento y una mayor seguridad en sus medios de sustento ‒y suponen el motor para fomentar la acción colectiva y crear cambios significativos en sus vidas–.
Lea nuestra primera historia en esta serie: Nazma, una trabajadora a domicilio de Delhi, desafía los estigmas sociales que sufren ella y otras mujeres en su barrio.
Primera foto: Olga Abizaid
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