Tecnología e innovación en la base de la pirámide económica

 

Nisha tiene 19 años y pasa sus días encorvada sobre una pequeña tabla en el suelo, enrollando varitas de incienso para un contratista local en Ahmedabad, India. Enrollar varitas de incienso a mano es un trabajo duro, y Nisha solo gana entre 10 y 12 INR (0,15-0,18 USD) por cada 1000 varitas que enrolla. Ella y otras mujeres producen varios miles de varitas al día (en inglés) para ganarse la vida.

Una mejor tecnología –en este caso, una máquina de enrollar varitas de incienso que pudiera reemplazar la simple tabla que Nisha y otras utilizan– podría tener un gran impacto sobre su productividad. De hecho, se considera que la tecnología tiene un gran potencial para hacer que el trabajo sea más seguro, limpio y eficiente, especialmente en la era digital. Pero desde el punto de vista de las mujeres del barrio de Nisha, las máquinas requieren electricidad, lo que encarece los costes de producción; requieren mantenimiento, que no siempre es posible realizar; y desplazan a las trabajadoras, lo que a fin de cuentas más que ayudarlas las perjudicaría.

¿Entonces, cómo podría ser el futuro del trabajo para aquellas como Nisha, cuyas posibilidades de acceder a una tecnología sofisticada son limitadas? Y, en términos más generales, ¿cómo será el futuro del trabajo para aquellos en la base de la pirámide económica dado que los buenos trabajos no son generados automáticamente con los cambios tecnológicos? (en inglés).

En 2015, WIEGO se unió a Practical Action y a la Fundación Rockefeller para explorar estas cuestiones, preguntando qué tipo de cambios tecnológicos están viendo los trabajadores y trabajadoras*  en empleo informal y qué impactos están teniendo sobre sus medios de sustento.

Estas son cuestiones críticas en un contexto global de aumento de la desigualdad y desindustrialización en el contexto de la revolución digital (en inglés).

El proyecto exploró una gran variedad de medios de sustento en cinco países   ̶̶ enrolladores de varitas de incienso, vendedores ambulantes, trabajadores de la confección, porteadores de mercado, recicladores de cartón, trabajadores de la construcción, entre otros ̶̶ para entender cómo la innovación tecnológica está afectando a los trabajadores que se ganan la vida en la economía informal. Este encontró un papel importante de la mejora de la tecnología entre estos trabajadores, pero no necesariamente en los lugares donde solemos pensar.

 

La tecnología es algo más que teléfonos móviles y banca electrónica

A pesar de que la inclusión digital y financiera ha pasado a formar el pilar en las discusiones sobre el empoderamiento económico de las mujeres, los trabajadores del estudio identificaron varios desafíos más inmediatos que requieren mejoras tecnológicas más básicas. 

Lo que más llama la atención es que, entre los cientos de trabajadores que participaron en el proyecto, los riesgos de salud y seguridad ocurrían con una frecuencia considerable en los lugares de trabajo informal. Los recicladores de cartón en Durban, Sudáfrica, dijeron que el uso de una carretilla en vez del transporte de reciclables sobre sus cabezas resultaba “menos extenuante para el cuerpo” y producía grandes diferencias en su productividad e ingresos. Antes, muchos transportaban las mercancías sobre la cabeza, pero esa forma de trabajar acarreaba un precio; como resultado ‘usábamos el poco dinero que teníamos para visitar a los doctores’. Estos trabajadores dijeron que no disponen de teléfonos móviles ni usan tecnologías de la información y comunicación en absoluto. “No necesitas Facebook para saber cómo recolectar residuos”, dijo uno. Pero disponer de un saco o una carretilla supone una gran diferencia.

En Lima, los porteadores del ajetreado mercado de la ciudad en el distrito de Santa Anita son los responsables de descargar productos frescos de los camiones de distribución y transportarlos a los puestos de los vendedores del mercado. Ellos también piensan que las tecnologías básicas tienen una importancia crítica para mejorar las condiciones de salud y seguridad. Los porteadores de cebollas, por ejemplo, descargan sacos de cebollas de hasta 110 kg de peso cada uno. Ellos dependen de palés que les sirven de escalón al camión, un cinturón para levantar pesos que protege sus espaldas, y una tela y/o pedazo de malla atada alrededor de la cabeza para proteger sus cuellos e impedir que los sacos se deslicen por su espalda –todo esto para poder llevar cargas tan pesadas en un solo viaje desde los camiones a los puestos–. 

Los porteadores de cebollas tienen teléfonos móviles, pero son por lo general modelos muy básicos y no los usan en su trabajo. Los porteadores de maíz del mismo mercado utilizan sus teléfonos, pero comentan que sus conocimientos sobre el producto con el que trabajan –necesario para poder clasificar el maíz en diferentes categorías de calidad– y sus manos son sus herramientas más importantes.

 

Los riesgos y beneficios de poseer tecnología

Otro desafío de la tecnología en la base de la pirámide es su adquisición. Una mujer que trabaja en el sector de la construcción en India dijo, “A pesar de que hay muchas tecnologías en este sector, ninguna está en manos de las mujeres”. No es de extrañar que muchas de las mujeres trabajadoras de India dijeran que conocían tecnologías mejores, pero no se podían permitir su compra. 

Otra trabajadora que enrolla varitas de incienso comentó sobre por qué las máquinas resultan tan beneficiosas para los contratistas, que generalmente son hombres: “él solo ha de mantener a unas pocas máquinas y a unas pocas personas. La máquina trabaja todo el tiempo: sin vacaciones, sin funciones sociales, sin excusas; en resumen, no le falta mano de obra”. Las mujeres que trabajan en fábricas donde hay máquinas pueden trabajar de forma más eficiente, aunque no necesariamente ganan más que las que enrollan a mano, y pierden la libertad de pedir descansos o parar de trabajar cuando lo necesitan.

Incluso para aquellos que pueden permitirse tener una máquina, podría no ser la mejor solución. Por ejemplo, en el caso de las trabajadoras de la confección “nosotras no podemos reparar la máquina. Si se rompe la aguja, hemos de llevarla a un centro de reparación”. Esto no es tarea fácil en un medio urbano donde para una mujer resulta arriesgado llevar una máquina valiosa por el espacio público, sin transporte privado.

Estas respuestas sugieren que la tecnología puede estar sujeta a jerarquías de poder relacionadas con el género, casta, ocupación y la cadena de valor. En algunos casos, la compra de una máquina o de mejores herramientas por parte de un grupo puede ayudar a superar los desafíos. El entorno normativo también puede marcar una diferencia; por ejemplo, cuando los vendedores ambulantes de comida poseen permisos y no temen por la confiscación de sus carros, pueden invertir en superficies de acero inoxidable en vez de usar tablas de madera para cortar, logrando que sus productos sean más higiénicos y seguros para sus clientes.

De hecho, las preocupaciones sobre una “gran brecha” creada en la era digital (en inglés) entre unos pocos formados y ricos y el resto de la sociedad quedaron ampliamente reflejadas: la mayoría de los participantes del proyecto utilizan tecnologías extremadamente básicas –martillos, sacos, cestas tejidas, por ejemplo– y las tecnologías más sofisticadas las ven como únicamente relevantes para otra gente (los ricos). Pero comprender el contexto social y laboral en el que estas tecnologías son usadas revela mucho sobre las barreras a los cambios tecnológicos y el potencial para que pequeñas mejoras contribuyan de forma considerable.

 

Este artículo es parte de una serie sobre trabajadores en empleo informal y tecnología. Puedes encontrar aquí el siguiente artículo de la serie.

Foto: Paula Bronstein/Getty Images Reportage

Originalmente publicado en inglés en Development Progress.

Para hacer constar nuestra preocupación por el potencial ocultamiento de la desigualdad de sexos que se presenta a nivel discursivo, y de realizar textos cuyos contenidos sean accesibles para toda nuestras audiencias, en nuestras publicaciones haremos un desdoblamiento de los sustantivos al principio para denotar que nos referimos tanto a hombres como mujeres, y a partir de entonces, de no existir alternativas, seguiremos las reglas gramaticales del español y recurriremos al uso de genéricos masculinos en el plural.

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