A medida que las ciudades de todo el mundo se paralizan para detener la propagación de la COVID-19, los gobiernos dependen de que un grupo de trabajadoras y trabajadores esenciales siga saliendo a trabajar para mantener a la gente alimentada e informada, para cuidar a las personas enfermas y vulnerables y para mantener las ciudades limpias y seguras, entre otros servicios cruciales.
En el Sur Global, muchas de estas personas trabajadoras (como vendedoras ambulantes, de periódicos y de mercados, recicladoras y trabajadoras del hogar) forman parte de la economía informal. Antes de la crisis, sus condiciones económicas y laborales ya eran precarias. Ahora, sin protecciones legales ni sociales, trabajan para mantener a sus familias y garantizar que sus comunidades tengan el alimento y los servicios básicos que necesitan para sobrevivir, exponiéndose a un gran riesgo personal.
Transición repentina: de ser desalojados a ser “esenciales”
Actualmente, a muchas personas trabajadoras en empleo informal se las considera “esenciales”, pero ese no siempre ha sido el caso. Antes de la crisis, lo más común era que fuesen hostigadas continuamente por las autoridades, difamadas por los medios de comunicación y discriminadas por el público en general. A menudo, sus organizaciones no eran reconocidas como partes interesadas en la gobernanza urbana y no se las consultaba al tomar decisiones que impactarían sobre sus medios de subsistencia.
En otras palabras, se las trataba de cualquier forma excepto como algo esencial, a pesar de los aportes cruciales que siempre han hecho a los sistemas urbanos de alimentación, cuidado y saneamiento.
Sin embargo, la emergencia económica y de salud pública provocada por la COVID-19 ha generado un cambio: hay un mayor reconocimiento, tanto por parte de formuladores de políticas como por el público general, de que sin estas trabajadoras y trabajadores esenciales todos los sistemas urbanos podrían colapsar. Como resultado, muchas ciudades han publicado disposiciones excepcionales para algunas personas trabajadoras en empleo informal durante el aislamiento obligatorio.
Lea Esta nueva crisis acentúa las antiguas injusticias de la economía global.
Necesidad imperiosa de protección de seguridad y apoyo a los ingresos
Si bien hace mucho tiempo se debería haber reconocido a las personas trabajadoras en empleo informal como proveedoras de servicios esenciales, no se les puede pedir que continúen trabajando sin brindarles la protección y compensación adecuadas. Los relatos de estas trabajadoras y trabajadores esenciales de la economía informal en dos de las Ciudades Focales de WIEGO explican la necesidad de que tanto el gobierno como el sector privado tomen medidas para garantizar su seguridad física y económica, ya que continúan brindando servicios públicos invaluables en tiempos de crisis.
Información para un público ansioso: Canillitas de Lima mantienen las noticias siempre actualizadas
Tal como lo ha hecho durante décadas, Juana Corman se despierta a las 2:00 a.m. para atravesar la ciudad y llegar al centro de distribución, donde recoge pilas de periódicos para vender. Habitualmente, solía venderlos desde su kiosco de diarios a las y los transeúntes de las calles más transitadas de Lima, pero ante la orden de aislamiento social obligatorio en Perú, su trabajo ha cambiado. Ahora, reparte periódicos casa por casa, brindando así información crucial a una ciudad en situación límite.
Durante la crisis, las personas vendedoras de periódicos (o canillitas) en Lima han recibido permisos especiales y elogios de algunas y algunos de los periodistas más conocidos de Perú por el servicio que están brindando. Sin embargo, continuar realizando este trabajo esencial durante la crisis implica graves riesgos y costos. Por ejemplo, es difícil acceder al transporte público, debido a la drástica reducción de horarios en el metro, por lo que muchas y muchos canillitas se ven obligados a tomar taxis para recorrer largas distancias hasta su trabajo, lo cual disminuye sus ya reducidos ingresos.
El sindicato de Juana ha abogado para que el gobierno los incluya en la lista de beneficiarios de los subsidios en efectivo, o “bonos”, de 380 soles (equivalente a 110 USD), que se pondrán a disposición de las poblaciones vulnerables cada dos semanas durante la crisis.
Con el objetivo de brindar a las y los canillitas una estabilidad económica durante la crisis y permitirles quedarse en sus hogares si se enferman o si son parte de la población de alto riesgo, el sindicato de Juana ha abogado para que el gobierno los incluya en la lista de beneficiarios de los subsidios en efectivo, o “bonos”, de 380 soles (equivalente a 110 USD), que se pondrán a disposición de las poblaciones vulnerables cada dos semanas durante la crisis. Hasta el 5 de abril, el sindicato de Juana todavía no sabía si quedarían incluidos como beneficiarios.
La gran mayoría de las y los canillitas tienen más de cincuenta años y necesitan urgentemente tener acceso a equipos de protección (barbijos y guantes) para contar con cierto grado de resguardo en el trabajo. Si bien algunas de las editoriales para las cuales distribuyen periódicos se han esforzado por brindarles esta protección, otras no lo han hecho, negando cualquier relación laboral o responsabilidad por su seguridad y salud ocupacional. En respuesta, algunas y algunos canillitas han confiscado la sección de avisos publicitarios del periódico, a modo de protesta silenciosa contra quienes se niegan a ceder una fracción de los ingresos publicitarios para proteger a sus “hombres y mujeres de a pie”.
Si bien algunas de las editoriales para las cuales distribuyen periódicos se han esforzado por brindarles esta protección, otras no lo han hecho, negando cualquier relación laboral o responsabilidad por su seguridad y salud ocupacional.
Además de señalar que las editoriales deberían reconocer la responsabilidad que tienen por sus distribuidores y brindarles la protección adecuada, Juana destaca la necesidad de medidas gubernamentales que proporcionen recursos en materia de salud para cualquier canillita que pudiese enfermarse. “El gobierno debería considerar a los canillitas, por su trabajo de alta exposición, que sean atendidos con prioridad en los centros de salud, al igual que hacen con los médicos, enfermeras y policías”.
Lea sobre el impacto de la COVID-19 sobre las personas vendedoras ambulantes.
Cómo evitar la escasez de alimentos: Las personas comerciantes y estibadoras de mercados mayoristas trabajan sin descanso para mantener en funcionamiento las redes de distribución de alimentos de Lima
En el mercado mayorista más grande de Lima, Santa Anita, las personas comerciantes y estibadoras de mercados en empleo informal son un eslabón esencial en la red de distribución de alimentos de la ciudad. Todos los días, reciben y descargan camiones llenos de productos provenientes del campo y los venden a supermercados y comerciantes que los distribuyen a su vez por toda la ciudad, para abastecer de frutas y verduras frescas a la enorme área metropolitana de Lima. Y todos los días se plantean la incertidumbre de si se están exponiendo al virus durante este proceso.
Desde el comienzo de la crisis, EMMSA,la empresa pública que administra el mercado, ha brindado cierta protección al agregar estaciones para el lavado de manos, pero ha negado su responsabilidad de otorgar guantes y barbijos a las personas que trabajan allí. Insiste en que la Federación Nacional de Trabajadores de Mercados (FENATM) utilice sus propios fondos para comprar y brindar estos equipos a sus miembros.
FENATM ha hecho un esfuerzo por proteger a sus miembros lo mejor posible, mediante la compra de barbijos de tela fabricados por un compañero trabajador de mercado, por ejemplo. Sin embargo, con recursos limitados, se dificulta la compra de guantes descartables y de otros equipos necesarios. Desde que comenzó la crisis, varios miembros se han enfermado y otros han dejado de ir a trabajar por miedo a enfermarse. Otros incluso duermen fuera del mercado para evitar quedarse en dormitorios llenos de gente o regresar a sus hogares y arriesgarse a transmitir el virus a sus familias.
La Federación sigue negociando con EMMSA para obtener protecciones y está tratando de apelar a la oficina de inspección laboral del gobierno para apoyar las demandas de trabajadoras y trabajadores por un ambiente de trabajo seguro, pero, hasta ahora, la única fuente de apoyo para las personas trabajadoras del mercado es la Federación misma. Tal como explica el Secretario General de FENATM: “Nosotros no tenemos feriados, seguro social, ahorro de pensiones, ni nada de eso. Cada comerciante hace lo posible con su trabajo. Los comerciantes de mercados se están enfrentando solos a este flagelo. Esto no es visible en la imagen pública”. Cuando le preguntaron si las personas trabajadoras de su sector se sentían protegidas, el secretario respondió: “No nos sentimos protegidos por el gobierno, sino por nuestra propia iniciativa”.
Escuche a Sally Roever, Coordinadora Internacional de WIEGO, hablando sobre las necesidades de las trabajadoras y trabajadores en empleo informal durante esta crisis.
Mantener limpia la metrópolis: Las personas recicladoras cubren las graves deficiencias de la infraestructura de saneamiento de la Ciudad de México
Patricia Ángeles ha trabajado como recicladora (o “trabajadora voluntaria”, como se denomina a las personas trabajadoras de su sector en la Ciudad de México) durante trece años. Es experta en su oficio: recolecta desechos domésticos puerta a puerta y extrae hábilmente el material reciclable que luego intentará vender.
Patricia forma parte de un ejército de aproximadamente 10 000 personas recicladoras en la Ciudad de México que trabaja dentro del sistema de gestión de desechos sólidos (a menudo junto con trabajadoras y trabajadores de saneamiento en empleo formal), pero que no reciben pago, ni seguridad social ni protección por parte de la ciudad a cambio de su trabajo. Se ganan la vida solo a base de propinas voluntarias de los hogares y por la venta ocasional de material reciclado.
Patricia forma parte de un ejército de aproximadamente 10 000 personas recicladoras en la Ciudad de México que trabaja dentro del sistema de gestión de desechos sólidos (a menudo junto con trabajadoras y trabajadores de saneamiento en empleo formal), pero que no reciben pago, ni seguridad social ni protección por parte de la ciudad a cambio de su trabajo.
Aún si las personas recicladoras como Patricia pudiesen contar con ahorros que les permitiesen darse el lujo de quedarse a salvo en sus hogares durante la pandemia, la ausencia de su trabajo pondría bajo enorme presión a uno de los sistemas de saneamiento más grandes del mundo, en un momento crítico.
Por lo tanto, Patricia sigue yendo a trabajar todos los días a las 5:30 a.m., con su carrito y su vasta experiencia, pero sin el equipo de protección esencial. La crisis sólo profundiza la urgencia de las necesidades insatisfechas que Patricia ha tenido que enfrentar durante los últimos trece años, de las cuales una esencial sería tener un contrato con la ciudad que le significara un ingreso, seguridad social, licencia paga por enfermedad y otros beneficios laborales.
Los equipos de protección, tales como guantes y un barbijo, siempre han sido un factor esencial para proteger a Patricia de los materiales peligrosos. Ahora lo son aún más, ya que debe lidiar con material que podría estar contaminado con el virus. De hecho,el gobierno de la Ciudad de México ni siquiera ha proporcionado este equipo a las trabajadoras y trabajadores de saneamiento en empleo formal durante la crisis.
“Las farmacias no tienen barbijos, no hay desinfectante para las manos. Entiendo que la gente se quiera proteger, pero es malo tener esta escasez porque no logramos conseguir las cosas que necesitamos para protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias”.
Patricia ha tenido que comprar su propio equipo de protección, lo cual ha sido difícil debido al desabastecimiento: “Las farmacias no tienen barbijos, no hay desinfectante para las manos. Entiendo que la gente se quiera proteger, pero es malo tener esta escasez porque no logramos conseguir las cosas que necesitamos para protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias”. Ella se las está arreglando con barbijos caseros y desinfectante fabricado por su hermana, y se lleva su propio jabón al trabajo todos los días para lavarse las manos.
Debido a las normas de distanciamiento social, una menor cantidad de personas salen a darle propina a Patricia por sus servicios, por lo que sus ingresos se han reducido en el momento en que sus costos aumentan.
Asimismo, la crisis ha planteado nuevos desafíos. Debido a las normas de distanciamiento social, una menor cantidad de personas salen a darle propina a Patricia por sus servicios, por lo que sus ingresos se han reducido en el momento en que sus costos aumentan. La escuela de su hija ha cerrado y Patricia trata de que acceda a las clases en línea, pero no tiene los recursos: “Es difícil para mí porque no tenemos computadora y no podemos usar el teléfono para las clases, así que tenemos que ir a un cibercafé y gastar 30-40 pesos (1,20-1,60 USD) en Internet, cosa que ahora no tengo, porque no hay gente [que me dé propina]”.
Lea más sobre cómo la pandemia está afectando a las personas recicladoras.
El gobierno y el sector privado deben tomar medidas para proteger a las personas trabajadoras de primera línea en empleo informal durante la crisis de COVID-19
Tal como lo demuestran estas historias, las empresas y los gobiernos continúan volcando los costos y los riesgos sobre las personas trabajadoras en empleo informal, que son quienes les están generando ganancias y asegurando los servicios cruciales para sus distritos en época de crisis. Dado que ellas siguen brindando servicios esenciales, los gobiernos y las empresas privadas deben tratar a sus organizaciones como socios valiosos en la respuesta ante la emergencia, consultándoles cuáles son las necesidades de sus miembros y garantizando que se cubran estas necesidades de forma rápida y adecuada.
Las personas trabajadoras en empleo informal siempre han sido esenciales. Han hecho aportes invaluables a sus comunidades antes de la crisis, lo siguen haciendo ahora con un riesgo significativo y serán una parte esencial de la recuperación. Sin embargo, su capacidad para contribuir de forma segura depende del grado de apoyo que reciban tanto ellas mismas como sus organizaciones a través de medidas concretas, incluyendo las ya mencionadas: equipo de protección adecuado, seguridad de ingresos (como subsidios de emergencia), protecciones sociales y reconocimiento institucional como partes interesadas esenciales. Es el momento oportuno para que los gobiernos brinden a estas trabajadoras y trabajadores esenciales las medidas que siempre deberían haber existido y que deberían mantenerse vigentes cuando la crisis se haya disipado.
Lea las últimas noticias sobre las personas trabajadoras en empleo informal y la COVID-19 en nuestra sección dedicada a esta crisis.
Foto principal: Créditos: Juan Arredondo/Getty Images Reportage (es obligatorio indicar los créditos de la foto) LIMA, PERU. J. Juana Corman Pérez recopila y clasifica diarios en la calle al amanecer.
Este artículo fue desarrollado en colaboración con el equipo de Ciudades Focales.
To read this article in English, click here.
Pour lire cet article en français, cliquez ici.