Madalena Duarte es una líder fuerte. También es una recicladora en su ciudad natal de Itaúna, Brasil –un trabajo que lleva realizando muchos años para apoyar a su familia–. Como miembro del Movimiento Nacional de Recicladores (o MNCR, por su sigla en portugués) y de la Red Latinoamericana de Recicladores (Red Lacre), Duarte ha estado luchando para aumentar la representación de la mujer y alzar las voces de las mujeres para que sus necesidades particulares sean escuchadas con mayor claridad.
Recicladoras clasifican los materiales en una cooperativa en Itaúna, Brasil. Foto: R. Chinapen
“Hace varios años la cooperativa estaba dirigida [únicamente] por hombres. El presidente, el tesorero, eran todos hombres. Fue necesaria la valentía de muchas de nosotras para desafiar esta estructura” –comenta–. A pesar de que conseguir representación para las voces de las mujeres ha sido un gran paso, Duarte también enfatiza la necesidad de que sus voces sean respetadas. “Incluso hoy en día a las mujeres no se les respeta de muchas formas. Existe violencia de género por todas partes. A las mujeres no se les respeta en las calles, mientras hacen la cola, en los lugares de trabajo, en la política”.
En ciudades de todo el mundo, las trabajadoras en empleo informal enfrentan dificultades similares al tratar de mantener sus medios de vida y su bienestar. Algunos de estos desafíos están relacionados con la necesidad de cambiar modelos de planificación urbana y políticas insensibles a las cuestiones de género para dar paso a un uso del espacio público democrático y seguro para las actividades económicas y recreativas de las mujeres. También, la falta de acceso a servicios básicos, seguridad de vivienda y tenencia de la tierra, condiciones de trabajo decente e igualdad salarial, junto con el aumento de la violencia de género, causan diferentes niveles de vulnerabilidad en las mujeres.
Contra este contexto, y en línea con el Objetivo 5 de Desarrollo Sostenible sobre igualdad de género, gran parte del debate ha estado centrado en entender las formas en que los gobiernos y las ciudades pueden responder en mayor medida a cuestiones de género. A medida que se acerca Hábitat III, expertos en género, convocados por el Secretariado de Hábitat III y la Comisión Huairou proporcionado una amplia lista de estrategias y recomendaciones que promueven una perspectiva de género en ciudades y asentamientos, y que fomentan un empoderamiento económico, político, y social de las mujeres. El intento de transversalizar las cuestiones de género en la nueva agenda urbana enfatiza procesos participativos que incluyan discusiones de planificación urbana y presupuestos en todos los niveles de gobierno, apoyen la organización y el fomento de capacidades de las mujeres, especialmente en comunidades marginadas, y aumenten la rendición de cuentas y transparencia de los gobiernos a través del desarrollo de indicadores y la implementación de mecanismos para el monitoreo y la evaluación. El objetivo más amplio de fomentar la respuesta a las cuestiones de género busca garantizar una mayor visibilidad y voz para las mujeres y otros grupos marginales de áreas rurales y urbanas. En este sentido, reconoce los múltiples tipos de discriminación, no solo los de género, sino también los de raza, edad, etnia, discapacidades y otros estatus sociales.
¿Pero qué significa exactamente para las trabajadoras en empleo informal el replantear ciudades más inclusivas, justas y sostenibles a través de la igualdad de género, especialmente en lo que respecta a las barreras que enfrentan? No hay una respuesta sencilla, pero a menudo se reduce a problemas relacionados con la provisión pública de servicios.
Una de las preocupaciones más frecuentes de las mujeres es tener acceso a servicios asequibles y de calidad para el cuidado de los niños. “Necesitamos trabajar y saber que nuestros hijos van a estar bien cuidados”, insiste Ivaneide Souza, una líder recicladora de Belo Horizonte, Brasil. También enfatiza que las ciudades deberían proveer centros de recreación para adolescentes. En esta línea, Madalena Duarte comenta que necesitan un mejor acceso a servicios de salud. “A veces las mujeres pobres y las trabajadoras no se preocupan de su salud, no tienen tiempo o información”, comenta. “Simplemente nos sentimos excluidas de los servicios públicos”. Tener acceso a recursos e información para aumentar la capacidad de elección de las mujeres y darles la posibilidad de tomar decisiones importantes para sus vidas y sustentos resulta esencial para el empoderamiento de las mujeres.
Madalena Duarte habla sobre los servicios de salud pública con recicladoras y una experta en salud de la administración en Belo Horizonte, Brasil. Foto: A. Ogando
A pesar de que hay un amplio consenso para implementar políticas que promuevan la igualdad de género, el principal desafío es establecer vías estratégicas y transformadoras que vayan más allá de la transversalización de género, en los discursos de los gobiernos locales y nacionales. Más bien, el enfoque debería incluir simultáneamente el fortalecimiento del acceso de las mujeres a recursos clave y potenciar las oportunidades para la acción colectiva.
Existen al menos dos aspectos de este proceso que vale la pena mencionar. Primero, el conocimiento que las mujeres clave de los grupos de base pueden aportar al debate requiere un mayor reconocimiento. Esto es porque el conocimiento derivado de historias o experiencias concretas es un punto de partida clave para comprender y mostrar las injusticias. “Puesto que vivimos estos problemas a diario, estamos más sensibilizadas con ellos y sabemos que tenemos que desempeñar un papel en la construcción de un mundo mejor”, comenta Ivaneide Souza. O, como afirma Duarte, “las mujeres trabajan de forma transparente, nosotras queremos hablar con diferentes grupos, y esta es una manera de ganar respeto”. Esto puede conllevar, por ejemplo, el expresar las preocupaciones de las mujeres de movimientos de base a aquellas mujeres de otros movimientos más establecidos y organizados con el fin de construir y apoyar acciones colectivas. El influir en los procesos de toma de decisión puede, con el tiempo, conducir a “políticas públicas que respondan a los problemas de las mujeres”, dice Souza.
Ivaneide Souza discute con miembros de la Cooperativa Comarp la implementación de una cinta transportadora para ayudar en el proceso de clasificación en Belo Horizonte, Brasil. Foto: Ana Ogando
Segundo, existe una necesidad de abordar a una red de actores gubernamentales y no gubernamentales comprometidos con la igualdad de género. Esto refuerza el llamado a fomentar las capacidades de las autoridades gubernamentales, y también de las organizaciones de mujeres en materia de transversalización del enfoque de género. Así es más probable que se establezcan procesos de deliberación en los que individuos y grupos se sientan capaces de compartir sus necesidades y preocupaciones. El objetivo de la participación debe basarse en la diversidad y la diferencia para que las voces históricamente excluidas y marginadas puedan ser escuchadas. Tiene que ver, básicamente, con entender las relaciones de poder de una forma más compleja por medio de una pluralidad de perspectivas. Solo así, pueden los diferentes grupos de mujeres ser reconocidos como actores clave en la creación de ciudades sostenibles y con equidad de género.
Ana Carolina Ogando está basada en Belo Horizonte, Brasil, y da apoyo al programa Políticas urbanas en materia de género, empoderamiento económico de las mujeres y sobre cuestiones urbanas y relacionadas con reciclaje.
Primera foto: Vendedora de diarios en Lima, Perú. Foto: Juan Arredondo/Getty Images Reportage
Para hacer constar nuestra preocupación por el potencial ocultamiento de la desigualdad de sexos que se presenta a nivel discursivo, y de realizar textos cuyos contenidos sean accesibles para todas nuestras audiencias, en nuestras publicaciones haremos un desdoblamiento de los sustantivos al principio para denotar que nos referimos tanto a hombres como mujeres. A partir de entonces, de no existir alternativas, recurriremos al uso de genéricos femeninos en el plural en reconocimiento a la gran proporción de mujeres que se desempeñan en el trabajo a domicilio.