Todos quieren ir elegantes en la ciudad y durante décadas, los aseadores y aseadoras de calzado en Ciudad de México han contribuido a que los residentes lucieran su mejor aspecto.
Pero Ciudad de México, igual que otras ciudades en el mundo está cambiando. Se está renovando a una gran velocidad y en su rápido afán de “modernizarse”, pequeños negocios informales muy estimados están siendo expulsados sin diálogo ni previo aviso.
¿“Ciudades del fututo”, para quién?
Los aseadores de calzado de la plaza de Glorieta de Insurgentes han experimentado de primera mano estos cambios.
Desde hace casi 50 años, 27 aseadores de calzado han estado realizando en esta concurrida plaza peatonal de Ciudad de México este solicitado servicio para los clientes que salen de la parada de metro. Por solo 20 pesos (~1 USD) y en menos de 10 minutos, oficinistas y estudiantes pasan de parecer desaliñados a elegantes a medida que sus tacones y punteras son limpiados, y se les encera y da brillo a sus zapatos.
A las 5 de la mañana del 5 de noviembre de 2017, esos servicios fueron rápidamente paralizados cuando dos aseadores de calzado se encontraron con la policía en lugar de a sus clientes. En pocos minutos los agentes expulsaron indefinidamente a estos trabajadores de la plaza, alegando que estorbaban los continuos trabajos de renovación del espacio.
“Bajo el pretexto de la ‘modernización’, las ciudades están desplazando a gente muy trabajadora”, como explica Tania Espinosa, coordinadora de Ciudad Focal de WIEGO en la Ciudad de México. “Esto no es justo. La gente está perdiendo sus medios de sustento ‒la única fuente de ingresos que han tenido durante la mayor parte de sus vidas. Las ciudades tienen que replantearse por qué están ahí estos trabajadores y los servicios indispensables que ofrecen a los residentes.”
Espinosa, abogada de derechos humanos de formación, junto con el presidente de la Unión de Aseadores de calzado Víctor Miguel Perez Serrano, se unieron para proteger sus medios de vida. Presentaron el caso ante la Comisión de Derechos Humanos, donde previamente Serrano había estado luchando por los aseadores de calzado en la ciudad. Esta vez con el equipo de estrategia de WIEGO a su lado, y, tras una larga lucha, los aseadores de calzado consiguieron por primera vez recuperar sus espacios de trabajo.
La historia sobre cómo los aseadores de calzado de la plaza de Glorieta de Insurgentes recuperaron su derecho al trabajo constituye un ejemplo fascinante sobre la importancia de la organización ‒y de los continuos desafíos que enfrentan los trabajadores por la dirección de las ciudades hacia un futuro disociado de la realidad diaria de sus gentes.
Aseadores de calzado en una Ciudad de México en proceso de modernización
Los aseadores de calzado están por toda la Ciudad de México, y un porcentaje significativo ‒entre el 15 y el 20 por ciento‒ son mujeres. Por muy pintorescos y sencillos que puedan parecer estos negocios, para los trabajadores, suponen fuentes vitales de ingresos diarios. Montan sus propios negocios debido a la necesidad de pagar sus facturas y alimentar a sus hijos. Sin trabajo, se quedan sin nada.
Jose Eulogio Morales Morales, 65, es el aseador de calzado más antiguo en la plaza de Glorieta de Insurgentes y en los 47 años que lleva trabajando allí nunca se había enfrentado a un desalojo. Sin embargo, en 2017, la municipalidad comenzó a realizar en este espacio una gran remodelación con un gasto de 6,5 millones de USD, con la introducción de nuevas farolas, fuentes, baños públicos, 14 casetas pequeñas, wifi gratuito e incluso conexiones USB. El parque dispondría pronto de todos los modernos componentes que se supone debe tener una ciudad del futuro. Ante su propósito de “mejora y modernización”, veían a los aseadores de calzado como una reliquia del pasado.
Algunos funcionarios prometieron a los aseadores de calzado que podrían regresar después de las renovaciones. Pero a pesar de que muchos disponían de permisos válidos para trabajar en el espacio público, no se les permitió volver.
Los aseadores de calzado decidieron desafiar a la municipalidad.
La muy organizada Unión de Aseadores de Calzado de Ciudad de México
La Unión de Aseadores de Calzado, con una membresía que va de 3500 a 4000 miembros, es uno de los sindicatos más antiguos y amplios en Ciudad de México y lleva existiendo desde la Revolución Mexicana en 1910. En 1934, los aseadores de calzado fueron regularizados en Ciudad de México. En 1975 se aprobó una reforma a esa “regularización” mediante la cual los aseadores de calzado podían trabajar en los espacios públicos de la ciudad con un permiso válido, y hoy día, por mucho que los funcionarios imaginen un futuro urbano “aseado” sin estos trabajadores, esta normativa permanece vigente.
La Unión ha jugado un papel esencial en la resolución de los problemas de los aseadores de calzado, tanto en el ámbito local como en el municipal. Está dividida en 53 sectores, y cada sector está dirigido por un delegado formado, que es responsable de resolver conflictos con las autoridades, así como de garantizar que los aseadores de calzado vayan limpios y arreglados, permanezcan sobrios y no insistan demasiado para que la gente use sus servicios.
“La Unión tiene un líder fuerte, así como una fuerte organización interna y capacidad para la movilización de trabajadores”, explica Espinosa. Esto ha supuesto grandes ventajas a lo largo del proceso, y este resultado positivo no habría sido posible de no estar tan bien organizados”.
Por ejemplo, cuando los aseadores de calzado de Glorieta de Insurgentes fueron desalojados, Eulogio, delegado designado para esta zona, inmediatamente llamó al líder de la Unión. Ellos celebraron una reunión de urgencia con la directiva de la Unión, incluyendo a todos los 53 delegados. El grupo trató de acercarse a las instituciones involucradas, como al gobierno central y los representantes del Metro, para defender a los trabajadores desalojados, pero no recibieron respuesta.
Había que hacer algo más.
Una lucha por sus derechos: directos a la Comisión de Derechos Humanos
En abril de 2018, la Unión de Aseadores de Calzado de Ciudad de México, junto con WIEGO, decidieron que ya bastaba.
Ellos pusieron una queja ante la Comisión de Derechos Humanos, exponiendo que muchos de los aseadores de calzado en la plaza, 21 de los 27, disponían de permisos y tenían el derecho a trabajar allí. La comisión abrió el caso llevando a cabo varias visitas de campo, incluso entrevistando a los aseadores de calzado.
El proceso era lento, y durante el año de espera, los aseadores de calzado tenían que trabajar. Muchos trataron de trasladarse a nuevas zonas, a veces cercanas, para mantener a sus familias a flote. Quedarse sin trabajar no era una opción.
En 2018, la comisión sugirió que los funcionarios debían resolver el caso dejando que los aseadores de calzado volvieran a la plaza. Sin embargo, los funcionarios siempre tenían excusas alegando que esto generaría caos en el nuevo y renovado espacio. Los representantes del Metro, por ejemplo, alegaron que se debería dar prioridad a los peatones y usuarios del transporte público, y que los aseadores de calzado representaban un obstáculo para estos.
“Las autoridades, no dijeron nada públicamente contra los aseadores de calzado, pero usaron el manido argumento de la seguridad ciudadana y de los peatones contra la vuelta de los aseadores de calzado”, explica Espinosa.
La Comisión decidió organizar una visita de campo con todas las partes ‒tanto autoridades como trabajadores‒ para decidir conjuntamente sobre espacios dentro del parque donde pudieran volver a instalarse.
A pesar de la continua resistencia de los funcionarios, un representante de la Secretaría del Gobierno decidió dar un paso adelante señalando los espacios en la plaza que ninguna autoridad había reclamado como suyos. Esta reflexión constructiva y creativa constituyó un momento decisivo en una situación que parecía bloqueada.
Una vez elegidos los emplazamientos, representantes del Ministerio de Trabajo trabajaron rápidamente en la renovación de los permisos de los aseadores de calzado ‒algunos de los cuales habían caducado–.
“Este esfuerzo conjunto entre las autoridades, la Unión y WIEGO fue otro elemento clave para lograr que los aseadores de calzado volvieran a trabajar en el parque”, dice Espinosa.
Una victoria para los trabajadores y trabajadoras en empleo informal en espacios públicos de todo el mundo
A día de hoy, 14 aseadores de calzado trabajan en la plaza Glorieta de Insurgentes. Recuperar su derecho al trabajo les ha supuesto un gran avance ‒y también para los trabajadores no asalariados en espacios públicos de todo el mundo–. “Indudablemente esto sienta un precedente”, dice Espinosa.
Los aseadores de calzado en Ciudad de México han mostrado la importancia de la organización para defender sus derechos contra sistemas poderosos que tratan de expulsarlos. El ejemplo también muestra cómo el trabajo conjunto puede llevar a soluciones que funcionen para todos.
Y los 14 aseadores de calzado que todavía se ganan la vida lustrando a los residentes de Ciudad de México muestran que siguen teniendo un valor y un lugar ‒incluso cuando los peatones que pasan por la plaza navegan en la web con iPhones y disfrutan de comodidades modernas en sus limpios y relucientes zapatos–. Glorieta de Insurgentes sigue prosperando como un espacio público popular ‒y ahora es uno donde, oficialmente, todos son bienvenidos.
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Primera foto: Rhonda Douglas
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