Romilla Chetty, una comerciante de tercera generación del mercado de Warwick Junction, Durban, y la primera mujer de su familia en dirigir el negocio, es una defensora de los derechos de los comerciantes y los vendedores y vendedoras ambulantes. Considera a su comunidad de comerciantes “una gran familia” y se ha desempeñado como secretaria de la Asociación de Comerciantes del Mercado Matutino (Early Morning Market Traders Association) durante dos décadas.
Warwick Junction es un centro de transporte ubicado en el corazón de Durban, en el que cientos de trabajadores y trabajadoras en empleo informal se ganan la vida. Les venden comida a las personas que se trasladan desde sus hogares hacia sus trabajos, además de ropa, sombreros y perlas.
El confinamiento nacional que el Gobierno sudafricano anunció en respuesta a la pandemia de la COVID-19, que comenzó el 27 de marzo de 2020, interrumpió de forma repentina el comercio informal.
La Alianza de Comerciantes del Sector Informal de Sudáfrica (SAITA), de la cual es miembro la Asociación de Comerciantes del Mercado Matutino, unió sus fuerzas con WIEGO y otros colaboradores para demandar la inclusión de los comerciantes del sector informal en el Reglamento de Gestión de Desastres. El 2 de abril, el Gobierno consideró a los vendedores y vendedoras de comida como proveedores de un servicio esencial, pero solo si tenían la autorización y los permisos municipales. Muchas municipalidades se negaron a otorgarlos, alegando que estaban cerradas. Se necesitó una acción de incidencia más concertada, a través de las conexiones que los representantes de los comerciantes habían desarrollado en los últimos años, para que el Gobierno obligara a las municipalidades a abrir y a que se aseguraran de que los comerciantes obtuvieran los permisos necesarios.
“Nos fuimos del mercado el 27 de marzo, pensando que volveríamos en un mes, pero eso no sucedió. Tuvimos problemas durante más de seis meses para que abrieran el mercado”, cuenta Romilla.
Aunque parecía que el Gobierno sudafricano estaba cambiando su actitud hacia la economía informal al reconocer como proveedores de servicios esenciales a los vendedores y vendedoras de comida en empleo informal (y, posteriormente, a los recicladores y recicladoras en empleo informal), el apoyo al sector se detuvo ahí. En todo el país, todos los niveles de gobierno permanecieron desconectados del sector informal y de las necesidades de sus trabajadores y trabajadoras. En lugar de tratar de ayudar a los trabajadores y trabajadoras del sector informal, tomaron medidas punitivas.
Sin embargo, Romilla, junto con sus colegas y aliados, ha trabajado arduamente para reactivar el comercio. Luego de que la municipalidad permitiera la apertura de una puerta únicamente en el mercado matutino de Warwick, Romilla presentó varias apelaciones a la municipalidad para que abriera el resto de las puertas y para que se restablecieran los horarios de comercio habituales. Al no recibir respuesta, Romilla y sus colegas decidieron demostrarle a la municipalidad que se podían mantener medidas adecuadas para prevenir la propagación del coronavirus, incluso con todas las puertas abiertas. Se aseguraron de que todas y todos los comerciantes contaran con desinfectante y de que todas las mesas del mercado estuvieran a una distancia de 2,5 metros entre sí. Luego, crearon un registro para cada una de las puertas, a través del cual se asignaba a algunos comerciantes la responsabilidad de garantizar que cada cliente se desinfectara las manos al entrar al mercado.
Romilla dice que quiere seguir trabajando en el Mercado Matutino y espera que las autoridades locales reconozcan realmente el valor de los trabajadores y trabajadoras en empleo informal.
“Yo soy una persona valiente, así que he superado el miedo al virus y he aprendido a convivir con él, ya que va a seguir siendo parte de nuestras vidas”, dice Romilla.
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Foto: En 37 años de trabajo como comerciante, Romilla ha ampliado el negocio familiar de dos puestos a seis. Crédito: Sarah Heneck